El ensayista galo Bernard-Henry Levy y el presidente de Francia Nicolas Sarkozy han movilizado a la opinión pública francesa para salvar de la lapidación a una iraní acusada de adulterio. Inmersos en su emoción, los franceses no se tomaron el tiempo necesario para verificar los hechos, hasta que el actor Dieudonné M’bala viajó a Teherán. Ya en la capital iraní resulta que todo no es más que una gran patraña. Thierry Meyssan aborda esta espectacular e imprudente manipulación.
El diario Times de Londres publicó inicialmente una falsa fotografía de [la mujer] Sra. Sakineh Mohammadi-Ashtiani con la cabeza al descubierto, lo cual se considera una indecencia en la cultura iraní. Una segunda foto, ya verdadera, se publicó posteriormente. En esa última foto se ve a Sakineh Mohammadi-Ashtiani con el chador, la prenda que usan las musulmanas dentro de las mezquitas y que un tercio de ellas lleva también en la calle.
El anuncio de quemas del Corán por parte de pastores estadounidenses en ocasión de noveno aniversario de los atentados del 11 de septiembre de 2001 sacudió el mundo musulmán. La reacción ante el anuncio es diferente según las culturas. Para los occidentales, se trata de una provocación que se debe relativizar. Es verdad que se trata de un libro que los musulmanes consideran sagrado pero, después de todo, sólo se trata de quemar papel. Por el contrario, en el mundo musulmán se estima que cuando se quema el Corán se trata de separar a los hombres de la palabra divina y de negarles la salvación.
Lo anterior da lugar a reacciones emocionales incontrolables que los occidentales interpretan como histeria religiosa. Nada parecido pudiera suceder en Europa, y mucho menos en Francia, país conformado por un siglo de laicismo militante. Sin embargo...
Movilización
El ensayista francés Bernard-Henry Levy alertó recientemente a la opinión pública sobre el caso de Sakineh Mohammadi-Ashtiani, una joven supuestamente condenada en Irán a la lapidación por adúltera. Bernard-Henry Levy lanzó a través de Internet un llamado a firmar una petición tendiente a presionar a las autoridades iraníes y a pedirles que renuncien a esa barbarie.
El señor Levy, quien se mantiene en contacto telefónico con el hijo de la víctima –residente en Tabriz, Irán– y con su abogado Javid Hustan Kian, quien acaba de instalarse en Francia huyendo del régimen iraní, no ha escatimado len detalles: la lapidación, cuya práctica fue interrumpida a través de una moratoria, fue supuestamente retomada por iniciativa del presidente Ahmadinejad.
La señora Sakineh Mohammadi-Ashtiani pudiera ser ejecutada al término del ramadán. Mientras tanto, el director de la prisión, furioso por el escándalo mediático, supuestamente ordenó propinarle 99 latigazos.
El ensayista francés concentra sus ataques en el modo de ejecución. Escribe al respecto: «¿Por qué la lapidación? ¿No existe en Irán otra manera de dar muerte? Porque [la lapidación] es la más abominable de todas. Porque esa agresión contra el rostro, ese bombardeo de piedras contra un rostro inocente y expuesto, ese refinamiento de crueldad, que llega incluso a codificar el tamaño de las piedras para garantizar que la víctima sufra durante mucho tiempo, es un excepcional concentrado de inhumanidad y de barbarie. Y porque hay, en esa manera de destruir un rostro, de hacer reventar su carne y de reducirla a un magma sanguinolento, porque hay en ese gesto de bombardear una cara hasta convertirla en una masa algo más que una ejecución. La lapidación no es una pena de muerte. La lapidación es más que una pena de muerte. La lapidación es la liquidación de una carne a la que se le ha seguido un juicio, retroactivo en cierta forma, por haber sido esa carne, precisamente esa carne: la carne de una mujer joven y bella, quizás amante, quizás amada, y que quizás gozó de la felicidad de ser amada y de amar».
El presidente Sarkozy confirmó las informaciones de Levy durante la conferencia anual de embajadores de Francia. Después del discurso declaró que la mujer condenada se encontraba, en lo adelante, «bajo la responsabilidad de Francia».
Rápidamente, numerosas asociaciones y personalidades se unieron a ese movimiento y se recogieron más de 140 000 firmas. El primer ministro francés Francois Fillon se presentó ante las cámaras del principal noticiero de la televisión pública para expresar su emoción y su solidaridad con Sakineh, «nuestra hermana de nosotros todos». Mientras tanto, la ex secretaria francesa de Estado para los Derechos Humanos, Rama Yade, afirmaba que Francia consideraba en lo adelante aquel caso como una «cuestión personal».
Engaño
Aunque no se hayan dado cuenta de ello, la emotiva reacción de los franceses está vinculada con la parte religiosa de su subconsciente colectivo. Sean o no cristianos, los franceses están marcados por la historia de Jesús y la adúltera. Recordemos brevemente el mito: los fariseos, un grupo de judíos arrogantes, querían poner a Jesús en una posición embarazosa. Le llevan entonces a una mujer que acababa de ser sorprendida en flagrante delito de adulterio. Según la ley de Moisés, la mujer debía ser lapidada, cruel mandamiento felizmente en desuso. Los fariseos exigen que Jesús se pronuncie sobre lo que hay que hacer. Si aconseja la lapidación, lo considerarán un fanático. Si se niega a castigarla, lo acusarán de oponerse a la ley. Pero Jesús salva a la mujer con la siguiente respuesta: «Quien esté libre de pecado, que lance la primera piedra». Jesús invierte así el dilema: si los fariseos la apedrean, es porque se creen puros. Si no lo hacen, son ellos quienes violan la Ley. El texto precisa que: «se retiraron uno por uno, empezando por los más viejos».
En el pensamiento occidental, ese mito fundamenta la separación entre la ley religiosa y la ley civil. La adúltera ha pecado ante Dios y sólo ante él debe rendir cuentas. No ha cometido crimen ni debe ser juzgada por los hombres.
Los franceses ven la anunciada lapidación de Sakineh Mohammadi-Ashtiani como un terrible retroceso. Por lo tanto, la República Islámica de Irán debe ser un régimen religioso que aplica la Ley de Moisés modificada por el Corán, la Charia.
Los mollahs deben ser fanáticos falócratas que reprimen los amores de las mujeres fuera del matrimonio y las mantienen sometidas a los hombres. Cegados por su propio oscurantismo, llegan incluso a matarlas y lo hacen de la peor manera.
Podemos hablar, en este caso, de histeria religiosa colectiva ya que, en tal circunstancia, el reflejo normal de la gente sensata debiera ser verificar las acusaciones, cosa que nadie se ha molestado en hacer en todo este tiempo.
El diario Times de Londres publicó inicialmente una falsa fotografía de [la mujer] Sra. Sakineh Mohammadi-Ashtiani con la cabeza al descubierto, lo cual se considera una indecencia en la cultura iraní. Una segunda foto, ya verdadera, se publicó posteriormente. En esa última foto se ve a Sakineh Mohammadi-Ashtiani con el chador, la prenda que usan las musulmanas dentro de las mezquitas y que un tercio de ellas lleva también en la calle.
El anuncio de quemas del Corán por parte de pastores estadounidenses en ocasión de noveno aniversario de los atentados del 11 de septiembre de 2001 sacudió el mundo musulmán. La reacción ante el anuncio es diferente según las culturas. Para los occidentales, se trata de una provocación que se debe relativizar. Es verdad que se trata de un libro que los musulmanes consideran sagrado pero, después de todo, sólo se trata de quemar papel. Por el contrario, en el mundo musulmán se estima que cuando se quema el Corán se trata de separar a los hombres de la palabra divina y de negarles la salvación.
Lo anterior da lugar a reacciones emocionales incontrolables que los occidentales interpretan como histeria religiosa. Nada parecido pudiera suceder en Europa, y mucho menos en Francia, país conformado por un siglo de laicismo militante. Sin embargo...
Movilización
El ensayista francés Bernard-Henry Levy alertó recientemente a la opinión pública sobre el caso de Sakineh Mohammadi-Ashtiani, una joven supuestamente condenada en Irán a la lapidación por adúltera. Bernard-Henry Levy lanzó a través de Internet un llamado a firmar una petición tendiente a presionar a las autoridades iraníes y a pedirles que renuncien a esa barbarie.
El señor Levy, quien se mantiene en contacto telefónico con el hijo de la víctima –residente en Tabriz, Irán– y con su abogado Javid Hustan Kian, quien acaba de instalarse en Francia huyendo del régimen iraní, no ha escatimado len detalles: la lapidación, cuya práctica fue interrumpida a través de una moratoria, fue supuestamente retomada por iniciativa del presidente Ahmadinejad.
La señora Sakineh Mohammadi-Ashtiani pudiera ser ejecutada al término del ramadán. Mientras tanto, el director de la prisión, furioso por el escándalo mediático, supuestamente ordenó propinarle 99 latigazos.
El ensayista francés concentra sus ataques en el modo de ejecución. Escribe al respecto: «¿Por qué la lapidación? ¿No existe en Irán otra manera de dar muerte? Porque [la lapidación] es la más abominable de todas. Porque esa agresión contra el rostro, ese bombardeo de piedras contra un rostro inocente y expuesto, ese refinamiento de crueldad, que llega incluso a codificar el tamaño de las piedras para garantizar que la víctima sufra durante mucho tiempo, es un excepcional concentrado de inhumanidad y de barbarie. Y porque hay, en esa manera de destruir un rostro, de hacer reventar su carne y de reducirla a un magma sanguinolento, porque hay en ese gesto de bombardear una cara hasta convertirla en una masa algo más que una ejecución. La lapidación no es una pena de muerte. La lapidación es más que una pena de muerte. La lapidación es la liquidación de una carne a la que se le ha seguido un juicio, retroactivo en cierta forma, por haber sido esa carne, precisamente esa carne: la carne de una mujer joven y bella, quizás amante, quizás amada, y que quizás gozó de la felicidad de ser amada y de amar».
El presidente Sarkozy confirmó las informaciones de Levy durante la conferencia anual de embajadores de Francia. Después del discurso declaró que la mujer condenada se encontraba, en lo adelante, «bajo la responsabilidad de Francia».
Rápidamente, numerosas asociaciones y personalidades se unieron a ese movimiento y se recogieron más de 140 000 firmas. El primer ministro francés Francois Fillon se presentó ante las cámaras del principal noticiero de la televisión pública para expresar su emoción y su solidaridad con Sakineh, «nuestra hermana de nosotros todos». Mientras tanto, la ex secretaria francesa de Estado para los Derechos Humanos, Rama Yade, afirmaba que Francia consideraba en lo adelante aquel caso como una «cuestión personal».
Engaño
Aunque no se hayan dado cuenta de ello, la emotiva reacción de los franceses está vinculada con la parte religiosa de su subconsciente colectivo. Sean o no cristianos, los franceses están marcados por la historia de Jesús y la adúltera. Recordemos brevemente el mito: los fariseos, un grupo de judíos arrogantes, querían poner a Jesús en una posición embarazosa. Le llevan entonces a una mujer que acababa de ser sorprendida en flagrante delito de adulterio. Según la ley de Moisés, la mujer debía ser lapidada, cruel mandamiento felizmente en desuso. Los fariseos exigen que Jesús se pronuncie sobre lo que hay que hacer. Si aconseja la lapidación, lo considerarán un fanático. Si se niega a castigarla, lo acusarán de oponerse a la ley. Pero Jesús salva a la mujer con la siguiente respuesta: «Quien esté libre de pecado, que lance la primera piedra». Jesús invierte así el dilema: si los fariseos la apedrean, es porque se creen puros. Si no lo hacen, son ellos quienes violan la Ley. El texto precisa que: «se retiraron uno por uno, empezando por los más viejos».
En el pensamiento occidental, ese mito fundamenta la separación entre la ley religiosa y la ley civil. La adúltera ha pecado ante Dios y sólo ante él debe rendir cuentas. No ha cometido crimen ni debe ser juzgada por los hombres.
Los franceses ven la anunciada lapidación de Sakineh Mohammadi-Ashtiani como un terrible retroceso. Por lo tanto, la República Islámica de Irán debe ser un régimen religioso que aplica la Ley de Moisés modificada por el Corán, la Charia.
Los mollahs deben ser fanáticos falócratas que reprimen los amores de las mujeres fuera del matrimonio y las mantienen sometidas a los hombres. Cegados por su propio oscurantismo, llegan incluso a matarlas y lo hacen de la peor manera.
Podemos hablar, en este caso, de histeria religiosa colectiva ya que, en tal circunstancia, el reflejo normal de la gente sensata debiera ser verificar las acusaciones, cosa que nadie se ha molestado en hacer en todo este tiempo.
Interrogantes
Después de firmar él mismo la mencionada petición, el líder del Partido Antisionista, Dieudonné M’bala M’bala, quien se encontraba de paso en Teherán en el marco de un proyecto cinematográfico, expresó su deseo de mediar a favor de la mujer condenada. Pidió una audiencia a las autoridades competentes y fue recibido por Ali Zadeh, vicepresidente del Consejo de la Magistratura y vocero del ministerio de Justicia.
La entrevista fue realmente sui generis ya que el señor Zadeh se preguntaba si su interlocutor, humorista de profesión, no le estaría tomando el pelo al expresarle sus temores, mientras que M’bala pedía que le repitieran varias veces las respuestas del funcionario iraní a sus preguntas porque no lograba creer hasta qué punto él mismo había sido manipulado.
Después del derrocamiento de la dictadura del sha Reza Pahlevi, la República Islámica se preocupó ante todo por poner fin a las arbitrariedades e instaurar un Estado de derecho de la manera más rigurosa posible. En lo tocante a los crímenes que conducen a la apertura de un proceso, el sistema judicial [iraní] prevé desde hace mucho tiempo la posibilidad de interponer un recurso de apelación. En todos los casos, el Tribunal de Apelación se encarga automáticamente de verificar la legalidad del procedimiento aplicado. El sistema judicial [iraní] ofrece por lo tanto garantías muy superiores a las de las jurisdicciones francesas y los errores son mucho menos frecuentes.
Las condenas, sin embargo, siguen siendo particularmente duras. El país aplica la pena de muerte. Más que disminuir la cantidad de condenas, la República Islámica ha preferido limitar su aplicación. Basta con el perdón de las víctimas, o el de sus familias, para que se anule la ejecución de las penas. Debido a la existencia de esa disposición y a su masiva aplicación, no existe [en Irán] el indulto presidencial.
La pena capital se pronuncia frecuentemente, pero raramente se aplica. El sistema judicial [iraní] establece un plazo de 5 años entre el momento en que se pronuncia la condena y la ejecución de la misma, con la esperanza de que la familia de la víctima otorgue el perdón y que el condenado reciba así el indulto y sea liberado de inmediato. En la práctica, las ejecuciones se aplican principalmente a los grandes traficantes de droga, terroristas y asesinos de niños. La ejecución de la pena de muerte, mediante la horca, tiene carácter público.
Es de esperar que la Revolución Islámica prosiga su evolución y opte próximamente por la abolición de la pena de muerte.
En todo caso, es un hecho que la Constitución iraní reconoce la separación de poderes. El sistema judicial es independiente y el presidente Ahmadinejad nada tiene que ver con una decisión judicial, cualesquiera que sea.
Manipulaciones
En el caso específico de Sakineh, todas las informaciones que ha Bernard-Henry Levy a divulgado y que el propio Nicolas Sarkozy se ha encargado de confirmar son falsas.
- 1. Esa señora no ha sido juzgada por adulterio, sino por asesinato. Ni siquiera se están pronunciando en Irán condenas por adulterio. Más que abrogar ese tipo de acusación, la ley ha establecido –en lo tocante a la demostración de los hechos– una serie de condiciones imposibles de satisfacer. Cuatro personas tienen que haber sido testigos del adulterio en el mismo momento
- 2. La República Islámica no reconoce la Charia, sino –única y exclusivamente– la ley votada por los representantes del pueblo en el seno del Parlamento.
- 3. La señora Sakineh Mohammadi-Ashtiani administró una droga a su esposo y convenció a su amante, Issa Tahen, para que lo matara mientras dormía. Su cómplice y ella misma ya fueron juzgados en primera y segunda instancias. Los «amantes diabólicos» fueron condenados a muerte en primera y segunda instancias. La Corte no cometió ningún tipo de discriminación en función del sexo de cada uno de los acusados. Es importante señalar que el acta de acusación ni siquiera menciona la relación íntima que mantenían los acusados, precisamente porque resulta imposible probarla conforme a las normas del derecho iraní, aunque los familiares confirman la existencia de dicha relación.
- 4. La pena de muerte se ejecutaría mediante la horca. La lapidación, que estuvo en vigor bajo el régimen del sha y se mantuvo algunos años después de su derrocamiento, fue abolida por la Revolución Islámica. Indignado ante las afirmaciones de Bernard-Henry Levy y de Nicolas Sarkozy, el vicepresidente del Consejo de la Magistratura de Irán declaró a Dieudonné M’bala M’bala que desafía a esas personalidades sionistas a que encuentren un texto de ley iraní contemporáneo que estipule la lapidación.
- 5. El juicio está siendo examinado actualmente por el Tribunal de Apelación, que debe verificar la legalidad de cada detalle del procedimiento aplicado. De no comprobarse un estricto respeto de la legalidad, el juicio sería anulado. Ese procedimiento de examen suspende la aplicación de la sentencia. Dado que el resultado del juicio no es aún de carácter definitivo, la acusada sigue gozando de la presunción de inocencia y nunca se ha hablado de ejecutarla al término del Ramadán.
- 6. El abogado Javid Hustan Kian, presentado como abogado defensor de la señora Mohammadi-Ashtiani, es un impostor. Está vinculado con el hijo de la acusada, pero esta última nunca puso su defensa en manos de ese individuo ni ha estado nunca en contacto con él. Javid Hustan Kian es miembro de los Muyahidines del Pueblo, organización terrorista que goza de la protección de Israel y de los neoconservadores.
- 7. El hijo de la acusada vive normalmente en Tabriz. No tiene la menor dificultad en hablar frecuentemente por teléfono con el señor Lévy para denigrar su propio país, lo cual demuestra el carácter libre y democrático de su gobierno.
No hay nada, en definitiva, absolutamente nada de cierto en la versión de Levy y de Sarkozy sobre la historia de la señora Sakineh Mohammadi-Ashtiani. Puede ser que Bernard-Henry Levy haya repetido de buena fe falsas acusaciones que iban en el mismo sentido que su cruzada contra Irán.
Pero el presidente Nicolas Sarkozy no puede justificarse de la misma manera. Los funcionarios de la diplomacia francesa, la más prestigiosa del mundo, seguramente le han hecho llegar todo tipo de informes sobre el caso. Fue por consiguiente de manera deliberada que Sarkozy le mintió a la opinión pública francesa, probablemente para justificar a posteriori las drásticas sanciones adoptadas contra Irán, en detrimento incluso de la propia economía francesa, ya gravemente afectada por su política.
Manipulación mediática
El escándalo sobre Sakineh
Thierry Meyssan, 17 de septiembre de 2010
http://www.voltairenet.org/article167005.html
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